Un Norte que no encaja en etiquetas

Cuando piensas en el norte de España, probablemente te venga a la cabeza el mar, la lluvia, las anchoas, las playas o el surf. Pero hay un territorio fronterizo, justo entre el mar Cantábrico y los campos de Castilla, que no encaja en esas postales. Ese lugar se llama Las Merindades.

Un territorio fronterizo en el que no hablamos de “rural” ni de “desconexión”. Hablamos de otra elección de vida, de otro ritmo y de un norte distinto, y te lo contamos en nuestras propias etiquetas. Para demostrarlo, aquí van seis cosas que quizás no sabías de este lugar indomable.

1. Aquí no existe lo “rural”

La palabra “rural” nunca nos ha gustado ni nos hemos sentido identificados con ella. Suena a vacío, a pobreza, a estereotipos de pueblo, que no tienen nada que ver con lo que pasa aquí.
En las Merindades no vivimos en “lo rural”: vivimos en otro Norte. Una forma distinta de elegir dónde estar, cómo vivir y dónde escaparse o veranear. Ni ciudad, ni campo… sino un espacio donde la vida se mezcla con la naturaleza, las personas y las historias, a una hora de chispeantes ciudades como Bilbao, Burgos, Vitoria o Santander.

2. Nuestro gimnasio está al aire libre

Senderismo, bici, escalada, kayak… en Las Merindades no hablamos de deporte outdoor como algo especial: es simplemente parte de nuestro estilo de vida.
Aquí los bosques, ríos y montañas son un campo de juego perfecto, y salir a entrenar no es siempre ir al gimnasio, sino abrir la puerta de casa cada día.

3. Naturaleza indomable y un tesoro llamado agua

El agua aquí no es un recurso: es un tesoro. Riega prados, mueve molinos, forma cascadas y guarda secretos bajo tierra en maravillas como uno de los complejos kársticos más grandes de Europa. Seguro que te hablo de él pronto.
La naturaleza de Las Merindades no se deja domar, y precisamente por eso reconforta: porque aún queda un lugar donde lo salvaje sigue siendo lo normal.

4. Aquí el medievo no es un parque temático

Caminar por Las Merindades es como meterse en un libro antiguo si te pones las gafas de la la fantasía: castillos, ermitas románicas, aldeas que parecen de cuento y paisajes que huelen a campo y a bosque. Si tienes suerte y hay niebla, la sensación es aún más increíble. Imaginación al poder o historia pura para los más estudiosos, pero todos estos lugares y paseos tienen algo en común: la sensación de permanencia, de lo que no se desvanece aunque el mundo corra demasiado deprisa. Y eso, da calma.

5. El clima: un regalo entre dos extremos

¿Tremendo frío burgalés? ¿Lluvia cantábrica? En Las Merindades tenemos un poco de ambos, pero nunca en exceso. Ese equilibrio hace que aquí se viva un clima especial: lo bastante fresco para que los bosques se mantengan verdes, y lo bastante amable para pasar el día fuera. Haciendo una barbacoa con amigos, de ruta por el monte, o en las terrazas.
Un tesorito para quienes buscamos sentir y vivir a tope con los ciclos. Con las cuatro estaciones.

6. Aquí las personas cuentan (de verdad)

En Las Merindades, la idea de “vecina” no ha perdido ni un ápice de actualidad.
Aquí todavía sales a tomar el aperitivo sin haber quedado con nadie, porque sabes que en la plaza o en el bar siempre te encontrarás con alguien.
La colaboración no es una moda ni un proyecto de coworking: es la vida de siempre. Ayudarnos, compartir y encontrarnos, es parte de lo que nos mantiene unidos.

Este es Otro Norte

Por todo esto, Las Merindades no son un destino turístico. Son un territorio fronterizo, distinto, y que no cabe en etiquetas.

Es un lugar para habitar, explorar y contar desde dentro, ubicado en el Norte de España, entre el mar y el campo; entre la tradición y la vanguardia; entre la historia y el futuro; entre lo humano y lo virtual.

¿Y tu? ¿Buscas otro Norte?

Déjanos aquí tu dirección y cada día 3 te enviamos una carta desde las Merindades. De vez en cuando, también te mandaremos alguna postal.